-Pero, ¿para qué queremos más Coca-Cola?
-Porque aún tenemos ron... ah, y vodka, así que también trae jugo de naranja -respondió Ana.
-Me parece que ya es un poco tarde para salir a comprar -Lucía miraba su reloj.
-Bueno -dije-, yo te acompaño. ¿Vienes, Luis?
Este balbuceó algo inentendible producto del alcohol y volvió a caer sobre su mano de cartas.
-Supongo que no. Ya venimos.
Salimos de mi casa y nos dirigimos hacia la tienda en la esquina de mi cuadra que atendía las veinticuatro horas.
-¿Esta es la tercera o cuarta?
-La quinta, es la quinta vez que nos reunimos en mi casa desde que viajaron mis papás... -suspiré.
-Ahh, sí... En serio te pasas,...
-¡Eh! -lo interrumpí- ¿Escuchaste eso?
Había sido como una respiración profunda y agitada. Nos quedamos en silencio mientras esta se oía cada vez más cerca.
-Oye, regresemos.
-Sí -aceptó tan temeroso como yo.
Sin embargo, antes de que pudiéramos dar vuelta, tres criaturas de forma humana saltaron de la esquina y quedaron a varios metros de nosotros. No necesitamos ver más, la verdad, para correr de inmediato hacia mi casa. Corrimos como si el mundo se fuera a acabar (y lo iba a hacer), pero ellos eran bastante rápidos. Llegamos a mi puerta y Carlos comenzó a tocar el timbre como loco mientras yo sacaba desesperadamente la llave de mi bolsillo. Antes de que pudiera meterla, Andrea abrió la puerta y prácticamente me tiré adentro. Carlos estaba a punto de hacer lo mismo, pero lo cogieron una fracción de segundo antes. Dejó salir el grito más desesperado que he oído en mi vida mientras los tres monstruos se le tiraban encima y metían con fuerza sus garras sin filo en su cuerpo. Maldición, incluso nos llegó a salpicar sangre.
Incapaces de hacer otra cosa, cerramos la puerta de un golpe y pusimos tras ella lo que tuviéramos a la mano.
En shock, nadie pudo hablar ni moverse del piso en el que estábamos sentados por un par de horas. Excepto el borracho de Luis, que seguía tirado sobre su mano de cartas en la mesa.
Cuando se le pasaron los efectos del alcohol (al menos los que lo mantenían inconsciente), nos encontró a todos en el recibidor, con los ojos desorbitados y perdidos, inmóviles y con manchitas de sangre en nuestra ropa. Incluso creo que dijo algo, pero lo único a lo que le podía prestar atención era a la escena que se repetía una y otra vez en mi cabeza en la que Carlos era devorado.
Solo reaccionamos cuando, preguntándose que era el rasqueteo y los gruñidos que sonaban afuera de la puerta, se dispuso a tratar de abrirla (sí, solo se le pasaron los que lo mantenían inconsciente).
-¡No! -le gritamos los cuatro al unísono.
-¿Qué?
Me levanté y pensé en voz alta "la tele", mientras me dirigía a esta. Los demás me siguieron.
Esa noche, oí el anuncio más aterrador, algo que pensé pertenecía solo a las mas retorcidas pesadillas. No le creí a mis oídos cuando el reportero dijo: "Los muertos caminan".
La madrugada avanzaba sin que uno dijera cualquier cosa y mientras los arañazos y gruñidos en la puerta comenzaban a volvernos locos.
Luis rompió el silencio algunas horas después, aparentemente ya en sí.
-Escuchen, no podemos quedarnos aquí, tenemos que hacer algo.
Yo solo lo vi mientras hablaba, a ver qué proponía.
-Somos más que ellos, podemos razonar y podemos improvisar armas.
Aparentemente había estado pensando en lo que iba a decir.
-Solo nos deshacemos de esos tres y buscamos un vehículo para alejarnos de la ciudad.
No sonaba mal, excepto por un detalle.
-Luis, ir afuera es suicidio, esos tres no son los únicos que hay. Incluso si llegaran a subir a un carro, ¿cómo van a avanzar si varios de esos se les amontonan alrededor? Deberíamos quedarnos hasta saber un poco más sobre la situación, aquí estamos seguros.
-Si nos quedamos, puede que vengan más de ellos, ya deben de haber unos cinco afuera. ¿Cuánto más puede resistir tu puerta?
-Así que ahora son cinco, ¿planeas que cada uno mate...
-Shhh... escucha, se han ido.
Efectivamente, ya no oía nada.
-Es ahora o nunca.
-No estamos a salvo.
No me oyeron. Las chicas siguieron a Luis a la cocina y comenzaron a atar cuchillos a palos de escoba. También hicieron un par de molotovs con la botella de ron y con la de vodka.
-Vamos -les pedí-, no hagan esto.
-Vamos a necesitar tu carro -dijo Luis, ignorándome.
-Que me vaya a quedar no significa que no lo vaya a necesitar después.
-¡Qué terco que eres!
-Por favor -me dijo Ana-, lo necesitamos para no arriesgarnos tratando de abrir y prender otro.
-Si quieren ir en mi carro, va a tener que ser conmigo; y yo no planeo irme aún. Solo esperemos a saber más.
-No podemos hacer eso. Ahora dame las llaves o las tomo yo -me amenazó con uno de los cuchillos.
-¡Luis! -gritó Lucía.
Habían dos copias de la llave; sin embargo, si se llevaban el carro muy lejos, podría no volver a encontrarlo. De cualquier modo, no tenía opción ahora. Le señalé dónde estaban.
Momentos antes de que se fueran, les volví a pedir que no lo hicieran, se los rogué, pero no me hicieron caso.
-Voy a cerrar la puerta a penas estén afuera... Buena suerte.
Corrieron de mi puerta hacia el auto de mis padres, que estaba tan solo cruzando la pista. Pero, como si se tratara de una trampa, vinieron corriendo desde la otra calle unos diez convertidos. Luis tiró ambos cócteles molotov, pero el fuego no los detuvo, incluso ardiendo fueron tras ellos. Se defendieron con todas sus fuerzas, pero ellos siempre se volvían a levantar sin importar cuantas puñaladas hayan recibido. Terminaron siendo víctimas de sus dientes y garras. Con un último esfuerzo, Luis volteó para verme. Su mirada fue severa, pero, antes de soltar su último aliento, sonrió como lo hace un amigo.
Cerré la ventanilla de la puerta por la que había estado mirando y me senté en el piso, esperando con angustia que no vinieran por mí. Escuché los gruñidos afuera por una media hora, como si se hubieran quedado rondando, pero eventualmente se detuvieron. Cuando me asomé a ver, solo quedaban cuerpos chamuscados y los restos de mis amigos.
***
Me levanté con lágrimas en los ojos y sudando frío. Desperté a Green también.
-¿Sabes? Yo intenté salvarlos tanto, quise convencerlos, se los dije una y otra vez, pero no me escucharon..., no me escucharon...
-Brown -tomó mi mano fría con la suya cálida-, tomaron su decisión, no fue tu culpa.
-Eran mis amigos...
-Y por eso intentaste ayudarlos, eso es lo que cuenta, lo que tú hiciste por ellos, ¿entiendes? Lo que ellos hicieran estaba fuera de tus manos.
-Supongo... -dije mientras me volvía a echar-. Green.
-¿Sí?
-Gracias.
-No te preocupes, duerme.
1 comentario:
me encanta, sigue :D
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