O al menos en control. Bajo control. Bajo SU control.
Y entonces sucedió lo que sucede en todas las arquetípicas historias de amor: apareció ella.
Con sus lentes de sol, su ropa independiente, su glorioso gusto musical, su risa ruidosa, su fino vocabulario. ¿Quién se creía que era para tumbarlo de su equilibrio de esa forma? Era completamente diferente a todas las anteriores, pero por ninguna había caído tanto ni tan inexplicablemente. Todo estaba irremediablemente alborotado, y bastaba ver su nombre para que los pensamientos se enreden y el pecho tamborilee.
Ya nada parecía estar bajo su control. Había perdido las riendas, el timón. Era un escenario terrible, ¡nefasto! Pero al mismo tiempo... no quería huir de él. Se sentía tan cómodamente vulnerable.
Por primera vez en mucho tiempo, algo... alguien le importaba. Demasiado.
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