4.07.2010

El cadete

Subí al carro de mis padres, lo encendí y me alejé varias cuadras de la casa. El ruido del motor ya comenzaba a atraer a los convertidos, pero aún así lo forcé para que sonara más. Atropellé a varios, aunque algunos se volvían a levantar y varios otros venían por atrás. Los atrasé un poco, salí del auto y me paré sobre él con hacha en mano. Conforme iban tratando de alcanzarme, me deshacía de ellos con un solo golpe en la cabeza, como lo hacía Green... A medida que me iba deshaciendo de ellos, el grupo se hacía más y más grande.

***
Fuertes gruñidos repentinos me distrajeron de mi búsqueda de alimentos. Dudé un segundo eterno y finalmente decidí ir a ver de qué se trataba con un bufido. Salí del mini market y aceleré en la bicicleta hacia donde el sonido me guiaba. Un chico, loco o muy estúpido, destruía las cabezas de los muertos desde el techo de un auto, aunque ya lo tenían rodeado un buen número y no duraría mucho más tiempo así. Saqué mi fusil y puse una bala en cada cabeza con increíble precisión.
-¡¿Qué crees que estás haciendo?! -le grité mientras seguía disparando.

***
¿Qué estaba haciendo...?
Ahí, en medio de dientes y garras y gruñidos, recordé su sonrisa, su voz, el tacto de su piel, la sensación de su cabeza junto a la mía.
Me abrí paso brutalmente con el hacha entre el ya reducido grupo de convertidos, subí al auto y aceleré hacia la casa.
Encontré la puerta abierta y una nota en el recibidor:

"Hijo de puta"

Me disponía a salir a buscarla, cuando escuché ruidos provenientes de la cocina. Con el hacha en alto me acerqué silenciosamente. Lentamente puse mi mano sobre la puerta, pero, antes de empujarla, esta se abrió de golpe. Green quitó rápidamente su mirada de sorpresa y la cambió por una de enojo.

***
No tenía tiempo de pensar en la frase sarcástica que hubiera querido decir, así que puse mi peor tono de voz y le dije:
-¿Qué haces...
Pero, antes de que pudiera terminar, dejó caer su hacha al suelo y me abrazó por primera vez. Me apretó con fuerza, pero con cuidado y susurró:
-Me equivoqué, tú eres mi razón... mi razón para seguir viviendo.

***
Seguí al chico hasta una casa. Entré poco después que él, pero dudo mucho que se haya percatado de mi presencia.
Miré la escena sin comprender y algo fastidiado. Crucé los brazos, golpeé el piso con la punta del pié y resoplé mientras esperaba a que acabe. "Dios... no hay tiempo para esto, no en el fin del mundo".