[Nota: Ya que sería irreal que la monja y el mochilero hayan estado en la carretera todo el tiempo que Brown y Green han estado sobreviviendo (meses), ahora pasaron ese tiempo en la iglesia y decidieron huir al ver que no había esperanza en ese lugar. He editado la parte anterior, en la que ahora se puede leer este cambio.]
-Somos sobrevivientes -dijo el joven con acento colombiano-, como ustedes.
-Solo estábamos buscando provisiones, no sabíamos que el lugar estaba ocupado. No queremos problemas -la chica hablaba con suavidad, pero con seguridad.
Miré la desconfiada expresión de Brown, quien aún les apuntaba.
-No parecen malos.
Me miró pensativo, tratando de determinar qué hacer.
-No queremos problemas -volvió a decir el colombiano-. Si quieren, nos vamos.
Lo miré con expectativa. Él me devolvió la mirada, tratando de pensar más rápido.
-Brown...
-Está bien. No -gritó por la ventana mientras bajaba la escopeta-, pueden entrar.
El incidente con Ezequiel lo había vuelto desconfiado. Si él, que le salvo la vida en un primer momento, intentó matarnos, ¿quién no lo haría? Aunque estábamos seguros de que para entonces ya no estaba cuerdo, tampoco podíamos confiar en cualquiera. Cualquiera podría tampoco estarlo.
Más tarde, después de dejar que se pusieran cómodos, aunque siempre con un ojo encima, estábamos sentados alrededor de la vieja mesa de madera de la cocina junto a los dos extraños.
-Tienen suerte -dijo Brown-, ya ha comenzado a oscurecer.
-No es por suerte sino gracias a ustedes que estamos a seguros -dijo la hermana.
-Somos...
-Eh, eh -lo interrumpió Brown. Iba a decir lo de los nombres-. Nada de nombres.
Luego de explicarlo, los extraños prosiguieron.
-Soy Clay. Soy una hermana que solía servir en la iglesia de un pequeño pueblo a pocos kilómetros de aquí.
-¿Eras una monja?
-Lo soy -lo corrigió-. Aquella iglesia fue en la que comencé mi servicio, el cual no duró mucho...
Le calculé entre veinte y veintipocos años.
-A mí llámenme Faer. Vine a mochilear de Colombia. Las criaturas me sorprendieron mientras visitaba uno de esos pueblitos que no aparecen en los mapas, el mismo en el que estaba su iglesia.
Le calculé más o menos la misma edad que a Clay. Ambos parecían personas fuertes de espíritu y voluntad, sobrevivientes y luchadores natos.-Yo soy Brown, ella es Green. Bienvenidos. Hemos estado aquí desde hace unas semanas y hemos visto que por aquí no pasa ni un alma, lo que nos agrada. Pueden comer y quedarse con nosotros esta noche.
Reaccioné a sus últimas palabras mirándolo.
-Brown... -iba a protestar, pero él siguió.
-No me malentiendan. Estamos en medio de la nada aquí, no hay forma de conseguir alimentos ni medicinas aparte de los que tenemos almacenados. Como les dije, este lugar nos gusta por estar aislado y nos queremos quedar todo el tiempo que nos sea posible.
-Entendemos -dijo Clay con su serenidad sobrenatural-, pero nos gustaría proponerles un trato.
-Como bien has dicho -siguió Faer-, están en medio de la nada y tendrán que moverse tarde o temprano. ¿A dónde irán? A estas alturas, lo más probable es que las ciudades ya hayan sido vaciadas y los pueblos destruidos. Tendrán que enfrentarse a otros grupos de sobrevivientes por las pocas provisiones restantes.
-En lugar de ir en busca de comida, queremos hacer la nuestra propia, queremos cultivar.
Nos quedamos sorprendidos ante la idea, no habíamos pensado en algo así. Y era brillante.
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