Sin embargo, se nos quitó el malestar de haber perdido el tiempo en cuanto vimos las primeras casas a las afueras de la ciudad de Huancayo. Ya a esta distancia era posible ver como, en lo alto de una colina, se alzaba como una fortaleza el convento del que Clay nos había hablado. Diría que estaba casi al otro lado de la ciudad.
Entonces, ya a mitad de la ciudad, tuvimos que detenernos. Faer se bajó del carro de adelante y nos preguntó qué había sucedido.
-Se nos acabó la gasolina. ¿Ustedes todavía tienen?
-Sí. Me parece que va a ser suficiente para llegar.
-¿Nos pueden pasar un poco? -preguntó Green, con Colita, quien aún dormía, en brazos.
-No sé... -respondió Faer. No quería que pensemos que no le importábamos, pero tampoco quería correr un gran riesgo. Yo lo entendía- Tendríamos que darles la mitad y no sabemos si con eso nos alcance a ambos para llegar.
-Tienes razón -lo respaldé-, podríamos terminar con dos carros tirados.
Incluso si lográbamos encontrar algo de gasolina en los grifos cercanos, probablemente no sería suficiente y nos exponíamos un poco más. Por otro lado, en el convento seguramente tenían reservas del combustible y solo teníamos que esperar. Claro, eso era si había alguien ahí... De cualquier modo, era la mejor decisión para el grupo, por lo que acordamos en que ellos irían al convento y regresarían por nosotros. Prometieron no demorarse.
La abracé en el carro mientras veíamos cómo se alejaban rápidamente. Eran pasadas las tres de la tarde.
***
Manejaba tan rápido como podía en un lugar cuyas calles no conocía. Desde luego, el hecho de que no hubiera otros carros aceleraba la cosa.
Veía como nos acercábamos cada vez más al convento y mis ansias crecían. Sin embargo, la emoción y la preocupación por nuestros compañeros me hicieron manejar más rápido que lo que debía.
-¡Cuidado! -gritó Clay en cuanto doblamos una esquina y chocamos contra unos vehículos que habían quedado varados en medio de la pista y, además, impedían el paso.
Nos encontrábamos ya bastante cerca de nuestro objetivo, pero el sonido del choque había atraído a un grupo de convertidos; varios de ellos salieron de aquellos vehículos.
-Larguémonos de aquí -le dije a Clay mientras sacaba la escopeta. Disparar solo atraería a más de aquellos monstruos, por lo que solo lo haría de ser completamente necesario.
Así, comenzamos una carrera hacia el convento. Una carrera contra los convertidos; una carrera por nuestras vidas y las de nuestros amigos.
1 comentario:
Carreras como ésa se deberían de empezar todos los meses del año. El título me recuerda a Muse y a una de sus canciones que me encanta.
Un besito.
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