La Princesa Bianca miraba cómo moría su amada ciudad a través de la ventana de la carroza que huía de aquel lugar para salvar a Su Majestad.
El Caballero Negro, la fiel Alicia, la acompañaba, sentada frente a ella. Ahora que había dejado el yelmo a un lado, podía verse su cabello negro enmarañado cayendo sobre la mitad izquierda de su rostro, medio escondiendo aquella expresión de derrota profunda. Aún así intentó animar a su princesa.
-Este no es el fin, Su Majestad. Lucharé a su lado hasta dar mi último respiro. Acia pagará su traición. El reino será reconstruido -hizo su mejor esfuerzo por sonar creíble. Tal vez, si se lo repetía suficientes veces, ella misma llegaría a creérselo.
-Gracias, Alicia... gracias.
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