3.24.2010

La Cena

No había mucho para escoger, casi todo era comida enlatada. También tenía un cuarto de pastel seco que de alguna manera había sobrevivido en el congelador, lentejas, galletas, arroz, papas y camote. Como ingredientes tenía aceite, harina, miel y azúcar.
Freí papas, hice arroz y abrí una lata de sardinas.
Mis opciones para el líquido consistían en agua pura, leche evaporada, unas cuantas infusiones y una botella de vino. Serví este último.
Nuestra mesa solo era iluminada por un par de velas.
-Qué romántico, Mr. Brown -bromeó. Ya le había dicho que el generador solo se usaba para el congelador y la cocina.
-Eso me dicen.
-Menos mal que el vino no contribuye -nos reímos juntos.
-Lo saqué porque es una ocasión especial.
-Lo sé -respondió con una sonrisa y nos quedamos viendo al otro, situación que se volvió increíblemente incómoda luego de dos segundos, así que bajamos la mirada a nuestros platos rápidamente.
Colita se paró en dos patas y comenzó a pedirme comida rascándome la pierna. Le di una sardina y se la llevó a la alfombra.
-Qué linda. Y hasta ahora no la he escuchado ladrar.
-Es en parte porque le enseñé a que no lo hiciera, aunque creo que también lo hace instintivamente. Ya sabes: si no nos escuchan, no nos buscan.
-Yo tenía un Jack Russell Terrier, lo sacaba a pasear al parque de por mi casa.
Sonreí entendiendo lo que sentía por él.
-¿Por dónde vivías?
-Miraflores.
-¿En serio? Estamos en Miraflores. ¿Era el parque Tradiciones?
-Siii.
Ahora sabía dónde la había visto. Estaba paseando a Colita y la vi a lo lejos, paseando a su perro. Pensé en que, si nuestras mascotas se encontraban, tendría la excusa perfecta para hacerle el habla; y, como si me leyera la mente, Colita se acercó a su perro. Nada más de estar cerca, las correas ya se habían enredado creando una escena de película. Sin embargo, cuando las desenredamos, solo tuve el valor de decirle "¿Es macho?", pregunta cuya obvia respuesta fue "Sí". Luego simplemente nos alejamos.
-Creo que te he visto ahí -me dijo.
-Claro, ¡eres tú! Sabía que te había visto antes; las correas de nuestros perros se enredaron una vez.
-Ahhh -recordó- ¡eres tú! -y rió conmigo- ¡Brindemos por eso!
Levantamos las copas, que logré encontrar, y brindamos con la mirada en los ojos del otro.
-Por las coincidencias.
-Por haberte encontrado.

1 comentario:

M. dijo...

me encanta la historia zombie :)