Al ver que no recibí el vaso, comenzó a tomarse el agua.
-¿Cómo te sientes?
-Perdida...
-Te encontré en la trastienda de un grifo, encerrada con llave en un cuartito. ¿Recuerdas algo?
Recordaba poco; los masivos avisos de emergencia en todos los noticieros antes de que lo único que transmitieran fuera un texto indicando que nos quedemos en nuestras casas y no confiemos en nadie, el caos, la sangre, los gritos, el silencio.
-Mi familia y yo estábamos en la calle..., no recuerdo para qué.
-Buscando comida tal vez.
-No creo, mi papá y mi primo habrían ido solos. Creo que buscábamos refugio... Sí, debió ser eso, porque estábamos cargando nuestras provisiones. Lo último que me acuerdo es que nos encontramos con otro grupo de sobrevivientes.
-No debe haber sido hace mucho, sino ya habrías estado despierta.
-Bueno, gracias por sacarme de ahí. ¿Cómo te llamas?
-Eh..., no creo en los nombres.
-¿Ah?
-Después de todo lo que ha pasado, todo lo que he hecho... y lo que no, ya no me siento con derecho a usar mi nombre. Simplemente ya no soy esa persona.
-Tiene sentido.
-Dime Brown.
-¿Tu color favorito? -pregunté sonriendo.
-No -sonrió también-, así se llama un personaje de una de mis películas favoritas. Bueno, él es Mr. Brown, pero no me gustan las formalidades.
Reí un poco y pensé en un apodo para mí.
-Green.
-¿Tu color favorito? -preguntó casi riéndose.
-Sí -me reí también.
Por primera vez noté al pequinés que me miraba atentamente desde la alfombra. Al ver que lo había visto comenzó a mover la cola.
-¿Y él? -pregunté con una voz inevitablemente tierna.
-Ella -me corrigió-. Es Colita -dijo al mismo tiempo que la miraba y sonreía ampliamente. La perrita agitó la cola con tantas ganas que pensé que estaba a punto de sonreír.
Ya casi era completamente de noche para entonces.
-Descansa, voy a preparar la cena y te llamo.
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