4.27.2010

Sick

You're slowly killing me again
Who's there to blame?

eres como un cáncer dulce
como una droga con espinas

[...]

simplemente me enfermas
y me haces sentir tan mal...
que se siente bien

4.16.2010

La Huida

Como era de esperarse, el sonido del motor del auto había atraído a un paquete de convertidos hacia la casa. Maldije una vez más y comencé a disparar a medida que el grupo se acercaba. A pesar de mi excelente puntería, eran cada vez más y estaban cada vez más cerca.
-¡Oigan! -grité enfadado- Déjense eso para después, ¡miren lo que han hecho!
Los tórtolos entendieron inmediatamente lo que había sucedido y corrieron al segundo piso.
-¡Pero tenemos que irnos, mierda!
Cerré la puerta de golpe y puse tras de ella todo lo que había a la mano para hacerla durar. Los seguí escaleras arriba dispuesto a arrastrarlos si era necesario, pero ya venían de bajada con tres maletines en mano. El chico me dio uno.
-Síguenos y mete lo que puedas -indicó mientras corrían hacia la cocina.
Se movía bastante rápido, pero aún así pude identificar su rostro de terror y culpa.
Agua, enlatados y medicinas fueron las primeras cosas que me vinieron a la mente. Al parecer la chica ya tenía las medicinas. Me concentré en el agua que era lo más pesado y llené los espacios con algunas latas.
-Terminamos aquí -afirmé en cuanto vi sus maletines también llenos. A parte de ellos, cada uno llevaba un hacha contra incendios. El chico la llevaba amarrada de alguna forma en la espalda, pues con el brazo cargaba a una perrita. Lo miré con incredulidad y resoplé, pero no dije nada; había que pensar en una forma de salir.
Era imposible usar la puerta, así como el carro frente a ella. Me pareció que él pensaba lo mismo en ese mismo instante.
-Al jardín -indicó y corrimos otra vez-. Vamos a pasar a la casa del vecino por el muro -dijo señalándolo-, agarramos las llaves de su carro y salimos en él por la cochera.
¿Qué si no encontrábamos las llaves? ¿Y si el carro no estaba en la cochera o no tenía gasolina? Sin embargo, no se me ocurría nada mejor, al menos teníamos que tratar.
En ese momento escuchamos el temido crack de la puerta y cómo los convertidos entraban esprintando a la casa. Ayudé a los chicos a escalar el muro primero; para cuando ya iba yo subiendo, el grupo entró al jardín y un par de ellos me agarraron de la pierna. Pateando fuerte y con la ayuda de los otros dos, logré pasar, aunque no sin un buen forcejeo y algunos rasguños.
Rápidamente registramos la casa en busca de las llaves. Afortunadamente, las tenían a la vista, en un estante de la sala. Primera preocupación fuera.
Corrimos hacia el garaje, pero el vecino se interpuso en nuestro camino, saliendo de este mismo. Ya estaba apuntando cuando vi que un hachazo del chico destruía la cabeza brutalmente. Ya tenía un tiempo con esa cosa y no había sido en vano.
Mi segunda preocupación se fue al ver el carro ahí, ahora solo faltaba comprobar si tenía gasolina. El medidor decía que no, pero algunos carros solo mostraban cuánto tenían en verdad cuando estaban encendidos, así que no perdí la esperanza y crucé los dedos mientras el chico metía la llave en el orificio y la giraba... El motor se encendió con un sonido satisfactorio y la aguja del indicador subió hasta la mitad del tanque, más que suficiente para largarnos de ahí.
El pequeño control de la puerta de la cochera estaba en el llavero de las llaves del carro. Al abrirla, empujamos a varios convertidos que ya habían comenzado a golpear la puerta y arrancamos con fuerza, sacándolos del camino antes de que fueran demasiados.
El motor los atraía mientras íbamos por las calles, pero los dejábamos atrás rápidamente. Eventualmente abandonamos la zona urbana y a los convertidos con ella. Íbamos ahora por la carretera sur y finalmente suspiramos de alivio.

4.12.2010

de hecho tengo ganas de hacer algo. Estoy muriendo otra vez. Chau.

4.11.2010

Horror

Hun, let's go to that park again
Hun, let's go to Barranco
Hun, walk through Miraflores with me
Hun, walk by my side, please

Will I ever see you again?
You taught me what true horror is

i'm scared of never seeing you again

But again, I'm just not real enough

4.08.2010

However...

He comenzado la universidad, las cosas han cambiado, mi vida comienza a tomar rumbo, conozco a nuevas personas, adquiero más responsabilidades. Y sin embargo...

aún se me revuelve el estómago cuando tengo que llamarte

4.07.2010

El cadete

Subí al carro de mis padres, lo encendí y me alejé varias cuadras de la casa. El ruido del motor ya comenzaba a atraer a los convertidos, pero aún así lo forcé para que sonara más. Atropellé a varios, aunque algunos se volvían a levantar y varios otros venían por atrás. Los atrasé un poco, salí del auto y me paré sobre él con hacha en mano. Conforme iban tratando de alcanzarme, me deshacía de ellos con un solo golpe en la cabeza, como lo hacía Green... A medida que me iba deshaciendo de ellos, el grupo se hacía más y más grande.

***
Fuertes gruñidos repentinos me distrajeron de mi búsqueda de alimentos. Dudé un segundo eterno y finalmente decidí ir a ver de qué se trataba con un bufido. Salí del mini market y aceleré en la bicicleta hacia donde el sonido me guiaba. Un chico, loco o muy estúpido, destruía las cabezas de los muertos desde el techo de un auto, aunque ya lo tenían rodeado un buen número y no duraría mucho más tiempo así. Saqué mi fusil y puse una bala en cada cabeza con increíble precisión.
-¡¿Qué crees que estás haciendo?! -le grité mientras seguía disparando.

***
¿Qué estaba haciendo...?
Ahí, en medio de dientes y garras y gruñidos, recordé su sonrisa, su voz, el tacto de su piel, la sensación de su cabeza junto a la mía.
Me abrí paso brutalmente con el hacha entre el ya reducido grupo de convertidos, subí al auto y aceleré hacia la casa.
Encontré la puerta abierta y una nota en el recibidor:

"Hijo de puta"

Me disponía a salir a buscarla, cuando escuché ruidos provenientes de la cocina. Con el hacha en alto me acerqué silenciosamente. Lentamente puse mi mano sobre la puerta, pero, antes de empujarla, esta se abrió de golpe. Green quitó rápidamente su mirada de sorpresa y la cambió por una de enojo.

***
No tenía tiempo de pensar en la frase sarcástica que hubiera querido decir, así que puse mi peor tono de voz y le dije:
-¿Qué haces...
Pero, antes de que pudiera terminar, dejó caer su hacha al suelo y me abrazó por primera vez. Me apretó con fuerza, pero con cuidado y susurró:
-Me equivoqué, tú eres mi razón... mi razón para seguir viviendo.

***
Seguí al chico hasta una casa. Entré poco después que él, pero dudo mucho que se haya percatado de mi presencia.
Miré la escena sin comprender y algo fastidiado. Crucé los brazos, golpeé el piso con la punta del pié y resoplé mientras esperaba a que acabe. "Dios... no hay tiempo para esto, no en el fin del mundo".

4.02.2010

El día

Al regresar a la casa almorzamos rápidamente y nos pusimos a trabajar en el generador de inmediato. Logramos adaptarlo con éxito para que funcione siempre que alguien estuviera pedaleando, por lo que pudimos comenzar a darnos gustos extras como cargar el iPod de Brown y baterías recargables que usamos para varios aparatillos; aunque ya estábamos bastante acostumbrados a vivir casi sin electricidad, por lo que usábamos las baterías en linternas y walkie-talkies.
Los límites de nuestras búsquedas de provisiones se ampliaron. Comenzamos a buscar en supermercados, los cuales Brown no se había atrevido a entrar por la la cantidad de convertidos que debían estar refugiándose del sol en un lugar tan grande como ése; sin embargo, siendo dos y estando armados con hachas, que cada vez utilizábamos más diestramente, obtuvimos la confianza necesaria. También me dijo que, gracias a mí, ahora no solo buscaba alimentos no perecibles, sino también aquellos que aún demorarían en vencer; por esto, nuestro menú diario era cada vez más variado.
La diversión consistía en charlas sobre los temas más extraños e inimaginables que, sorprendentemente, ambos disfrutábamos. Mirábamos juntos las estrellas en la noche, silenciando los gruñidos con la música de su iPod; obviamente teníamos que compartir los audífonos, lo que dejaba una oreja expuesta, así que simplemente manteníamos las cabezas bien juntas.
Teníamos un juego. Cada vez que salíamos en búsquedas contábamos de cuántos convertidos nos deshacíamos, ganaba el que hubiera eliminado más. Este jueguito ocasionó que también usáramos bastante de nuestro tiempo libre discutiendo las maneras más efectivas de deshacerse de ellos; yo siempre prefería un golpe directo a la cabeza, era más rápido; él destruía primero una pierna para tumbarlos y luego la cabeza, era más seguro. Siempre me pareció extraño poder dar tan buenos golpes con el hacha, considerando que la mayor parte del tiempo era una carga bastante pesada, pero, cuando estaba frente a un convertido, me sentía tan fuerte que el peso casi desaparecía y sentía el arma como parte de mi cuerpo. Debía ser la adrenalina.
Pasaron los meses y llegamos a tener tanta confianza que llevamos la cama de dos plazas de sus padres y la pusimos en el lugar de la de plaza y media que había en su cuarto y comenzamos a dormir juntos sin que esto fuera una situación incómoda o comprometedora, solo dormíamos.
Habría dicho entonces que teníamos nuestro propio paraíso en el infierno, no obstante, una mañana desperté para no encontrarlo a mi lado. Bajé al primer piso aún algo somnolienta y lo encontré sentado en el piso, apoyándose en la puerta principal, con su hacha al costado, cabizbajo.
-Brown, ¿qué haces?, ¿estás bien?
No respondió, así que me arrodillé frente a él y le levanté la cabeza. Pude ver desesperanza en sus ojos.
-Brown...
-No tiene sentido... -susurró oscuramente-, una vida así no tiene sentido.
-¿De qué hablas?
-De nosotros, Green. ¿Qué se supone que estamos haciendo?, ¿jugando a la casita en el infierno? ¿Para qué quieres sobrevivir?, ¿tienes alguna meta?, ¿alguna razón? ¡Nada! Este mundo ya se acabó y nosotros no podemos aceptarlo. Un día se va a acabar la comida, el agua, la gasolina, las fuerzas...
-Vamos a encontrar una manera de seguir adelante cuando eso pase.
-Supón que lo hacemos, ¿y luego qué?, ¿planeas que reconstruyamos la sociedad tú y yo?, ¿que acabemos con todos los monstruos?
-Tienen que haber otros sobrevivientes...
-¡Despierta! Hemos recorrido la ciudad por meses y no hemos encontrado a nadie vivo.
-¡Solo hemos visitado algunos distritos! ¿Qué hay del resto de Lima?, ¿el resto del Perú?, ¿del mundo? ¿Esperas que simplemente perdamos la esperanza?
-Yo ya la perdí...
Se levantó pesadamente, agarró su hacha y abrió la puerta.
-¿Qué vas a hacer?
-No tienes que seguirme si no quieres. Adiós Green.
Salió a la calle y comenzó a correr.
-¡Brown! -le grité desde el frente de la casa- ¡No me puedes dejar! ¡Sabes que no voy a sobrevivir sin ti! ¡Me estás matando, Brown!
El último grito salió con lágrimas.