El Mago Azul, Señor de Ritz de las montañas, no se sentía muy cómodo teniendo que ir a visitar a El Cuarteto Mágico, conformado por cuatro magas del viento. A pesar de que él mismo se consideraba extraño, pensaba que ellas lo eran mucho más... o tal vez era él el más extraño. Nunca lo sabría, pero había algo en ellas que lograban sacarlo de quicio.
Aún así, dado que una gran guerra se aproximaba, le parecía necesario hablar con El Cuarteto, ya que, cuando estaban juntas, su magia era la única comparable a la de él. Tenían poder y sabiduría en su unión. A veces Rowen sentía envidia de esto, pero luego recordaba que no le gustaría depender de otros para usar su poder y que era uno de Los Tres Señores de Ritz... y se sentía mejor consigo mismo, como un niño que recuerda que tiene más dulces en casa que su vecino. Sí, como un niño.
Los picos helados por los que caminaba no eran para nada invitantes, pero el frío era su elemento, y el deslumbrante paisaje blanco del que podía disfrutar era una compensación más que suficiente.
El hogar de las magas de viento se encontraba al pie de una montaña, donde acababan los nevados y el blanco era reemplazado por el verde brillante del pasto. El mago estaba seguro de que usaban magia para mantenerlo tan perfecto.
Deslizó su mano por la gruesa túnica marina y tocó la puerta.
-¿Sí...?
-¿Eres tú, Brisa? Soy Rowen.
-¿Rowen? -la puerta se abrió y dejó ver a una joven vestida con una túnica blanca suelta en algunas partes del cuerpo y apretada en otras. El material también era mucho más ligero que el de la túnica azul- ¡Oh! ¡Eres el mago amargado que vive en una cueva allá arriba!
-¡No vivo en una cueva! Y no soy amargado.
-¿Quién es, Brisa? -se oyó otra voz desde adentro- Oh, el buen Mago Azul -Lisa, quien iba vestida con una túnica igual a la de su compañera, sonrió y lo cogió del brazo para jalarlo adentro. Rowen se quitó la capucha y dejó su vara a un lado antes de ser obligado a sentarse en la mesa, con una taza de té al frente y las otras dos magas sentadas a su costado.
-Hola, Lisa. Hola, Risia. Hola, Vesia...
-Qué oportuna visita -habló Vesia-. Sírvete té, Rowen.
-¿Oportuna? -le dio un sorbo a su taza- ¿Por qué?
-Necesitamos probar nuestra nueva poción -respondió Risia.
-No pienso tomar una poción hecha por ustedes.
-Ya lo hiciste -Lisa sonrió tiernamente.
Rowen bajó la mirada hacia su taza.
-Oh...
La cucharita de su taza tembló un poco y voló a la cara del mago para quedarse ahí pegada.
-¡Funciona! ¡Es magnético!
-Fantástico... -estaba irritado- Y una poción como esta es útil para...
-Divertirnos.
Una cacerola llegó volando desde la cocina y se posó en la cabeza de Rowen con un golpe seco.
-¡Mierda!
-Al parecer el campo magnético se va extendiendo con el tiempo.
-Eso es genial, chicas. En serio...
Las cuatro se quedaron mirándolo con expectativa.
-Ah, claro. La razón por la que he venido a visita...
Brisa rompió en carcajadas.
-Perdón... perdón -se esforzó en decir entre risas-, no puedo... no puedo tomarte en serio así...
Rowen extendió un dedo hacia la boca de Brisa y lo deslizó hacia un costado, sellando sus labios.
-Mucho mejor. Como decía, la razón por la que he venido a visitarlas es la próxima guerra civil. Considero que vuestra magia ritual es muy poderosa y pensé que deberíamos discutir qué va a hacer la comunidad de magos de las montañas. ¿Qué papel deberíamos tomar?
-¿A qué te refieres? -preguntó Vesia- La guerra es asunto de la gente de la ciudad.
-Lo sé, pero es probable que uno u otro bando venga a pedir nuestra ayuda. O que ciudadanos vengan a nosotros pidiendo refugio. Incluso existe la posibilidad de que nos veamos atacados en algún momento. Hay muchos escenarios que deberíamos discutir. Aunque no seamos parte de Ciudad de Ritz, somos parte del continente y no sabemos hasta qué magnitud va a llegar esta guerra.
-¿Ya has hablado con los magos de frío? -preguntó Lisa.
-La mayoría desea mantenerse lejos del conflicto, pero algunos otros afirman que se unirán a un bando por el precio correcto.
-Debemos hablar también con los magos de viento -dijo Risia-, eso déjanoslo a nosotras. Pero recuerda que también están los transmutadores y los invocadores.
-Me dirigía a ver a los invocadores luego de hablar con ustedes.
-Bien, entonces Lisa irá a ver a los transmutadores.
La maga que se encontraba muda se quejó con sonidos inentendibles. Rowen sonrió.
-Entonces reunamos a los representantes de cada tradición mágica. Me pondría en marcha en este mismo instante, pero de verdad me gustaría el antídoto de la poción que me dieron...
-¡La acabamos de descubrir, Rowen! ¿Cómo esperas que tengamos ya un antídoto para ella? -se rió Vesia.
-Haremos lo posible para tenerlo listo a tu regreso, buen Mago Azul -terminó Lisa.
Rowen suspiró. Cogió su vara y salió de la casa.