8.19.2012

La Fiesta

Le decían Lled. Le habían preguntado por qué quería ese apodo tan raro, y él solo se reía y les decía que sus apodos eran igual de raros: Nar y Twem.

Nar era bajita, rubia y esbelta. Esa noche llevaba un vestido salmón holgado que le llegaba a las rodillas. Solía hacer énfasis en sus ojos grises con el maquillaje y dejaba el resto de su cara casi al natural, de manera que parecía que sus otros rasgos faciales desaparecían. Twem era un castaño cuyos rulos le llegaban abajo de las mejías. Iba vestido con polo, pantalón y zapatillas negros, aunque el diseño de su polo, unas rayitas caóticas, y los detalles de sus zapatillas eran blancos.

Estaban parados en formación de triángulo mirando hacia adentro, pero sus ojos pasaban por sobre los hombros de sus compañeros para hacer el chequeo de los asistentes.

-Gustavo. Recordemos saludarlo luego -la fiesta era por su cumpleaños.
-Lisa y Mario. Prepararemos algo para ellos más tarde...

Lled había tenido interés en Lisa anteriormente, pero ella terminó prefiriendo a Mario. Decía que ya no le afectaba y que la parejita le resultaba insoportable. "De la que me salvaste, Mario".

-Sara y una chica desconocida. Investigaremos en breve.
-Ana Lucía, Rita, Marcela, Guillermo, Lucas y David. Las tres perras y sus tres gorillas, ¡¿hemos venido al zoológico o a una fiesta?!
-Zeta. Solo como siempre, mirando y riendo -era raro, pero les caía bien.
-Tiene algo diferente esta noche...
-Su sonrisa..., no, no es la de siempre. Tiene algo en mente.
-Eh, Zeta -Nar alzó la voz por sobre las cabezas en la oscuridad. El delgado joven se vestía con ropa común: zapatillas anchas, pantalón jean y una camisa roja de franela a cuadros, pero... siempre había un imperceptible detalle que lo hacía ver menos común, menos corriente. Tal vez no tenía que ver con su ropa, sino con su mirada, con su piel, con su aroma.
-Hola.
-¿Tienes idea de quién es la amiga de Sara?
-Oh, es Kattya. Cae bien.
-Y por eso estás tan sonriente...
-Sí, claro... ¿Saben de esos rituales raros que se encuentran en internet? Quiero probar uno, se necesita estar en una fiesta, lo encontré hace semanas, no podía hacerlo, no sé cómo, si no es hoy, ¿cuándo? ¿Qué les parece?
-Tranquilízate, hombre -Twem lo agarró de los hombros-. ¿Dices uno como The Midnight Game?
-Así es.
-De los que nunca funcionan.
-¿Quién sabe? Igual son divertidos de hacer, y como no va a pasar nada... no perdemos nada. Vale la pena probarlo, porque ¿y si funciona?
-¿De qué trata? -Lled se muestra interesado- ¿De verdad pide estar en una fiesta?
-Bueno, no, pero pide estar en un lugar con mucha gente. Lo intentaría en uno de mis salones, pero el profesor me sacaría a patadas por todo el escándalo. En cambio aquí...
-Claro, la bulla y nadie te va a prestar atención. Creo que suena divertido.
-Se llama Rasga el Velo.

8.07.2012

Retribution

Vaz salió de su pequeña, solitaria calle para enfrentarse a la avenida que la intersecaba. Cuatro ruidosos hombres de entre veintidós y veintiséis años caminaban riendo y vociferando amenazas a cada peatón con el que se cruzaban. Vestían imitaciones baratas y gastadas de ropa de marcas caras y tenían un aspecto que resultaba repulsivo por instinto. Sus burlonas expresiones faciales eran de esas que te gustaría borrar de un puñete.

Caminaron en dirección a Vaz, pero sin cortarle el paso. Uno de ellos metió la mano en su casaca crema y amenazó con dispararle si no le daba su celular y su dinero. Los otros tres tenían una amplia mueca en la cara, bastante parecida a una sonrisa, y uno de ellos le puso la mano en el hombro, no para detenerlo, ni siquiera puso fuerza, solo le puso la mugrienta mano ahí. Vaz sacudió el hombro para deshacerse de él y siguió caminando, ignorando al tipo que lo había amenazado. Los sujetos también siguieron caminando, soltando carcajadas.

Probablemente sí tenían armas, no solo el que lo amenazó, sino todos ellos. Pero no habían salido a 'trabajar', sino a aterrorizar, a joder, a marcar su territorio, a divertirse. Sentían que la zona les pertenecía, que tenían el poder y solo estaban demostrando que así era, pues nadie los había detenido; incluso algún que otro transeúnte tembloroso se había vaciado los bolsillos a penas había oído la amenaza, y ellos solo habían estallado en risas.

Vaz entrecerró los ojos y se detuvo. "No pueden pavonearse de esa forma por las calles ¿Quiénes se creen que son?" dio media vuelta "Saben que no pueden asaltar a esta hora, cuando los policías están en las calles, pero planean hacerlo más tarde. Diría que su historial no debe de limitarse solo a robo a mano armada. Por su comportamiento, me imagino que han repartido golpes a montones, que han forzado a cuanta mujer han querido, me atrevería hasta a decir que le han metido un par de balas en la cabeza a quien haya amenazado con causarles muchos problemas" mantuvo el cuerpo quieto como una roca y la mirada fija en el hombre que lo había amenazado. "Mierda como esa no merece vivir" el aire a su alrededor pareció vibrar por una fracción de segundo.

El hombre de la casaca crema se detuvo de repente, apoyó una mano en la rodilla y se llevó la otra al pecho mientras sus ojos se desorbitaban, sus dientes chirriaban y un gemido ahogado salía de su garganta. A sus compañeros se les borró la sonrisa cuando se volvieron hacia él y lo vieron tirado en la vereda. Se arrodillaron a su lado y lo sacudieron y le gritaron, pero el hombre ya no tenía pulso, solo una deforme mueca de dolor inmortalizada en el rostro. Entonces, uno de los hombres levantó la mirada lentamente y se quedó helado de horror, los otros dos le siguieron. Vieron la media sonrisa sombría del joven que se había quedado mirándolos.