1.04.2011

La Última Resistencia (parte 3)

-¿Qué mierda es eso? -oí algo en el piso de abajo- Toma, quédate en la ventana.

Dejé a Green con la escopeta y bajé con el hacha lista.
Como sospeché, un convertido había logrado entrar por el patio y ya andaba rondando la cocina.

-¿Qué crees que haces aquí?

Di dos zancadas cuando aún me daba la espalda; al segundo siguiente, volteó, abrió la boca y me mostró sus pútridos dientes en una especie de rugido, el cual interrumpí con la brutalidad del hachazo que asesté en su cuello. El convertido cayó al piso con la cabeza aún colgando de unos tendones. Esta seguía... "viva". Sonreí y acabé el trabajo con otro hachazo.

Miré con satisfacción la sangre salpicada sobre mi ropa. De verdad disfrutaba haciendo esto. "Es tan divertido ver a algo así de débil y torpe actuar con ferocidad y caer con tanta facilidad" decía para mí mismo mientras salía de la cocina "tan débiles, tan...".

Mi pensamiento se interrumpió con la visión de la media docena de convertidos que también habían logrado entrar por el patio y que ahora se encontraban en el pasadizo, cara a cara conmigo.

-Torpes... Oops...
***

-¡Green! -oí el grito de Brown desde el piso de abajo y la adrenalina comenzó a recorrer mi cuerpo.

Me paré en lo alto de la escalera con la escopeta en manos y vi que al pie de esta, desde el pasadizo, me observaba un grupo de convertidos.

-¡Green, no disp...

Pero fue muy tarde, disparé la escopeta y los perdigones del cartucho se ocuparon de un buen grupo de convertidos. Vi a otro caer con un hachazo de Brown, quien entró enseguida a mi campo de visión. Me miró antes de tirar al último al piso con una patada y acabarlo con el hacha.

-No debiste haber disparado, hay cientos afuera y el sonido los va a atraer.
-Perdón...

Me dio un beso en la frente. Lo acompañó los rugidos de los convertidos que acababan de entrar al patio.

-Rápido, arriba.

Corrimos al cuarto del segundo piso y bloqueamos la puerta con todo lo que pudimos mientras los golpes se hacían más fuertes.

-Si logramos que el balón de gas de la cocina explote, podemos deshacernos de ellos -dijo Brown.
-Tendríamos que disparar desde una distancia segura y fuera de la casa.
-Solo son dos pisos, creo que podemos hacerlo.

La madera comenzaba a crujir.

-Hay infectados alrededor de toda la casa -le recordé.
-Movámonos un par de casas por los techos y bajamos. No uses la escopeta esta vez y ponte a Colita en la mochila.
-¿Cómo llegamos al techo?
-Por la ventana, querida, por la ventana. Voy primero y te ayudo a subir.
-¡Rápido!

Brown se paró en el marco de la ventana y saltó para agarrarse del borde del techo. Lo logró con dificultad. La madera crujía mucho más.

-Ahora tú -dijo una vez estuvo en el techo-, párate en el borde y te agarro los brazos para ayudarte.

Hice como me indicó, pero una vez agarrada del borde no pude hacerme subir.

-No puedo, no me alcanza la fuerza.
-¡Tú puedes! ¡vamos! -me jaló con todas sus fuerzas.

Entonces escuché la madera rompiéndose por completo y la horda de convertidos entrando al cuarto, dirigiéndose hacia mis piernas colgantes. Los pateé como pude y aproveché para apoyarme en uno de ellos y darme el empujón que necesitaba. Con la ayuda de Brown logré terminar de subir.

-Tenemos que movernos si queremos que nos rescaten -miró hacia la calle e hice lo mismo. Esta estaba llena de convertidos mirando hacia nosotros e incluso subiéndose unos encima de otros para tratar de subir.
-Si nos ven saltando a otro techo, nos seguirán.
-No si los distraigo. Dame la escopeta y comienza a saltar hacia allá -señaló la dirección hacia la cual estaba el convento- solo cuando yo tenga su atención.
-¿Y tú?
-Te encuentro después, ya lo planeé todo
-Brown...
-¿Confías en mí?
-Sí...
-Voy a estar bien. Ahora, cuando te avise, comienza a saltar y aléjate todo lo que puedas, sin mirar atrás.
-Está bien.
Se dio la vuelta y se dispuso a saltar al techo del lado contrario al que me había dicho que salte, pero se detuvo.
-Oye...
***

Me acerqué a Green, puse una mano en su rostro y sentí su suave piel una vez más. La besé una vez más. Me alejé y me perdí en sus ojos una vez más. Luego solo corrí y salté.

Una vez estuve en el techo de al lado, disparé hacia la horda de la calle.

-¡Si quieren algo de mí, van a tener que atraparme, pendejos! -entonces hice una señal con la mano para que Green se fuera; la horda estaba ahora al pie de la casa a la que había pasado y me miraban con rabia en los ojos.

Aún tenía en mente el tanque de gas de la cocina, pero se me ocurrió algo mejor al ver nuestro auto estacionado tan convenientemente cerca y su ventana superior. "De todas maneras no iba a regresar". Me aseguré de que Green ya estuviera a varias casas de distancia y que no estuviera viendo hacia mí. Lo confirmé y bajé al segundo piso de la casa donde estaba; gracias al cielo que los convertidos se dejaban guiar más por sus sentidos, en este caso la vista, que por la lógica y seguían tratando de escalar los muros en lugar de entrar a la casa y subir las escaleras. Me paré en la ventana una vez más y calculé el salto necesario para aterrizar en el auto. Los convertidos se usaban entre ellos para llegar más arriba y los dedos de algunos ya casi llegaban al marco de la ventana, así que mandé el cálculo al carajo y di un salto de fe.

Cuando abrí los ojos, estaba sobre el auto y con los ojos de los convertidos sobre mí, como si se hubieran dado cuenta de la hazaña que había logrado; aunque eso no duró por más de un segundo. Inmediatamente corrieron hacia el auto y con la misma velocidad yo me metí en él y lo arranqué. Aceleré y me estrellé contra la pared de la primera casa en la que estuvimos; esta se rompió con relativa facilidad y me dejó en la cocina.

La explosión del balón de gas no iba a ser tan potente por sí sola, por eso había llevado el auto hasta ahí, porque tenía poco más de tres docenas de convertidos queriendo despojarme de mi carne. No..., no les iba a dar el gusto. Ahora ya estaban todos a mi alrededor, arañando las ventanas del auto... Así que saqué la escopeta y apunté bien hacia el balón... "Hasta algún día, Green".
***

Vimos a Green haciéndonos señas desde un techo. Tan rápida y silenciosamente como pudimos, para no atraer a convertidos que podrían estar por ahí, la metimos a la camioneta.

Dos cosas me parecieron extrañas: primero, que no hubiéramos visto ningún convertido por la zona; segundo, que estuviera sola...

-Green... -le dijo Clay- ¿dónde está Brown...?
-Ese idiota... -respondió rompiendo en llanto. Clay la abrazó y Green se aferró a ella, llorando cada vez con más amargura y desesperación.