5.28.2013

La Promesa del Mago: El Príncipe Oscuro

La hoguera ardía como si intentara lamer el cielo nocturno hasta incendiarlo. Alrededor de ella se encontraban reunidos los altos mandos del ejército orco, así como los líderes más influyentes de su sociedad. Naguk, el jefe orco, dirigía la reunión.

-Por generaciones, los humanos nos han tratado como monstruos, nos han cazado, nos han quemado, han construido muros alrededor de sus ciudades para mantenernos alejados... por ser diferentes. Es cierto, nosotros también los hemos atacado, pero ¿qué se supone que hagamos si atacan nuestras aldeas, matan a nuestras mujeres y niños, exterminan nuestro ganado, destruyen nuestros cultivos y lo llaman una "limpieza del territorio"? ¡¿Qué?! Pero... su tecnología siempre ha sido superior a la nuestra, y el hacer uso de la magia les da una ventaja injusta sobre nosotros.

Una figura menuda y encapuchada de negro se coloca al costado de Naguk.

-Pero eso cambia hoy -el jefe orco le da el pase al misterioso personaje.

Al remover la capucha, se revela un rostro humano de facciones suaves, piel sonrosada, ojos delicados color gris, cabello plateado, ondeado, hasta las orejas y sobre la frente. No parecía mayor que un adolescente.

-¡Es un humano! -grita un general orco.
-No te confundas -la voz del... "joven" es dulce y calmada, pero aún así llega a los oídos de todos los presentes-. Lo que sea o no, no importa. Importa lo que tengo que ofrecerles.

Tiene la atención de todos. La hoguera parece brillar con más intensidad.

-Harlogoth, el dios de la venganza, me ha enviado para permitirles conseguir la justicia que merecen. Su poder reducirá a polvo las ciudades humanas y dejará solo charcos de sangre en el lugar de cada soldado. Ni los magos son rivales dignos para Harlogoth.

-Creo que hablo por todo mi pueblo -interviene Naguk- cuando digo que estoy de acuerdo en instaurar el culto a Harlogoth en nuestra sociedad, y jurarle nuestra fidelidad hasta el último de nuestros días por el bien que nos ofrece.

El extraño tuerce los labios en una sonrisa tierna y maliciosa al mismo tiempo.

-Harlogoth está complacido por esta decisión. Pero antes de que él se muestre ante ustedes y cobre su venganza, necesita un ritual de invocación. En este ritual debe ser sacrificado un humano cuya vida valga mil vidas iguales.

Se escucha un movimiento brusco en las líneas traseras de los asistentes.

-Creo que tienen un par de espías.
-¡Envíen un equipo de reconocimiento a acabar con los espías! -vocifera Naguk- General, de la orden de marchar al ejército tan pronto como sea posible. Saldremos esta misma noche, no podemos arriesgarnos a perder el factor sorpresa.
-Como ordene.

Dos orcos con capas negras encima cabalgan a toda velocidad hacia el Reino de Vealid. Un virote de ballesta alcanza a uno de ellos en el cuello y lo derriba. El otro es alcanzado por otro proyectil que da en el lado del torso, pero no lo derriba. Aunque con dificultad, es capaz de seguir su rumbo.

-¡Un orco! -anuncia uno de los centinelas del muro de la ciudad mientras apunta su ballesta hacia él.
-¡Espera! Lo están persiguiendo, es uno de nuestros espías. ¡Defiéndanlo!

Los tiradores del muro desatan una lluvia de virotes sobre los perseguidores del espía, el cual logra llegar a la puerta de la muralla vivo.

-¡Médicos!

La puerta se abre y dos centinelas sujetan al espía antes de que se desplome. La poción de transformación comienza a perder el efecto y la apariencia humana regresa a él al mismo tiempo que la sangre fluye de su boca.

-La princesa... protejan... una vida... vale mil...

Los médicos no pueden hacer nada, pero el valiente espía ha logrado su misión y ha muerto con honor. Su despedida final será pública, pero tendrá que esperar.

-¡Llamen al comandante de la guardia real! ¡La princesa corre peligro!

5.20.2013

Los Cuentos Del Bardo: Prólogo

La mula iba lenta pero segura por el camino; sobre ella, el bardo tocaba una alegre canción en su laúd mientras tarareaba una melodía con su voz dulce. Tal vez por ensimismarse demasiado e ir con los ojos cerrados no se dio cuenta de que el crepúsculo ya caía sobre él y que pronto necesitaría un lugar en el que descansar.

Afortunadamente, solo unos minutos luego de haberse cernido la oscuridad completamente en el cielo, llegó a las afueras de su pueblo destino: Carel.

-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Está aquí!

Los tres pequeños habían estado atentos a la ventana desde hace una hora, esperando este momento.

-¡Vamos! ¡Llámalo antes de que se pase de largo!
-Ya salgo, niños, ya salgo.

La mujer salió apresurada de la cabaña, aún con el delantal puesto, y se acercó al camino para interceptar al bardo.

-Saludos, buen hombre. Tengo entendido que usted es un bardo, hemos oído de vuestra llegada desde hace dos semanas y os esperábamos con ansias. Verá, desde que le conté a mis niños sobre usted y vuestras épicas historias, no han dejado de pedirme que os invite a nuestro hogar. Entiendo que es usted un hombre con compromisos, pero, si os parece bien, os puedo ofrecer un plato de comida caliente y una cama donde pasar la noche si es que comparte algunas de vuestras historias con mis pequeños.

El bardo sonríe ampliamente y con su voz amable responde.

-El saber que vuestros pequeños están tan ansiosos por escuchar mis historias me halaga mucho. Con gusto aceptaré vuestra oferta, siempre y cuando no os olvidéis de mi mula.

-¡Por supuesto que no! Ella también tendrá comida y dónde dormir.

El bardo dejó a la mula amarrada afuera frente a un gran contenedor de alfalfa y siguió a la madre adentro de la cabaña. Al verlo, los dos niños y la niña corrieron hacia él con emoción.

-¡El bardo!
-¡Es él, es él!
-¡Oiremos sus historias!

La madre sonrió mientras ponía en orden el equipaje del viajero.

-Estaré preparando la cena, os avisaré cuando esté lista.

El bardo asintió con una sonrisa y se sentó en la silla frente a la fogata.

-Vuestra madre me ha contado que deseáis oír mis historias...
-¡Sí! -respondieron al unísono.
-Muy bien, muy bien. La verdad es que me hace bastante feliz tener una audiencia tan joven -se inclinó hacia un lado de la silla para coger su laúd-, estas historias os enseñarán lecciones que espero os sirvan durante el resto de vuestras vidas. Es por eso que, mientras más jóvenes, más provecho podéis sacar de ellas.

Arrastró sus dedos por las cuerdas del instrumento un par de veces y luego hizo un punteo suave.

-Esta historia sucedió hace muchos años y se llama "La Promesa Del Mago".

5.04.2013

40 years

-Muy buenas noches, damas y caballeros. En esta edición del programa tenemos con nosotros a un invitado muy especial. Él es un director de cine del cual probablemente todos ustedes han oído. A sus 60 años, su carrera es espectacular. Por favor recibamos con un fuerte aplauso a Piero Gotelli.

El público aplaude con fervor y un hombre viejo, bien vestido entra al set con un caminar firme y con párpados pesados.

-Buenas noches, Letterman, gracias por invitarme a tu programa.
-Gracias a ti por venir, Piero. Me imagino que te ha sido difícil conseguir este tiempo para nosotros entre todos tus proyectos.
-Un poco, pero no tanto. Después de todo, es lo único a lo que me dedico.
-Sí, sabemos eso... Y creo que tiene que ver con uno de los temas que me gustaría tocar hoy. Uno de los grandes misterios que rodea a tu persona son tus acompañantes. En cada evento se te ve con una bella jovencita, una diferente cada vez.
-Todas ellas son grandes amigas mías, bellas damas a las que considero como hermanas... o como hijas, viendo mi edad.

Letterman y el público ríen, pero él a penas esboza una sonrisa.

-Ah, ya veo. ¿Entonces te encuentras solo? ¿sin compromiso alguno?
-Solo sí, Letterman. Pero tengo un compromiso.
-¡Ajá! ¿Podrías contarnos quién es la afortunada?

El público se pone a la expectativa de la revelación.

-No creo que sea lo que piensas.
-¿Cómo? Pensé que ya habías encontrado a la mujer de tu vida.
-Así es, la encontré hace mucho tiempo. Solo estoy esperando por ella.

La siempre alegre expresión de Letterman se torna un tanto confundida. El director prosigue.

-Todos ustedes me ven y piensan que mi vida es increíble. Logré la fama y la fortuna haciendo lo que me apasiona, nunca caí en ningún vicio, mi salud es buena y estoy rodeado siempre de buenos amigos. Pero, déjenme decirles una cosa, si es que ustedes han encontrado a la persona con la quieren compartir el resto de su vida y están juntos, sus vidas son infinitamente mejores que la mía.

El público queda en silencio. Letterman pierde completamente la expresión alegre y se pone serio.

-¿Cuánto tiempo ha pasado?
-Cuarenta años. Cuarenta años desde que terminamos. Cuarenta años desde que le prometí que, si algún día, cual sea, cambiaba de opinión, me lo diga, y yo la buscaría. Cuarenta años que espero.
-¿Cómo sabes que ese día llegará?
-No lo sé. Pero tengo que estar listo por si llega, por si algún día lo decide. Por eso tengo que esperar.

Letterman se queda sin palabras. El público llora.