6.17.2013

-Eres bastante estúpido.
-Y tú solo eres parte de mi imaginación.
-Eso solo lo hace peor para ti.
-... Mierda.
-Oh, por favor, mírate. Eres a penas la mitad de lo que eras antes...
-Lo sé, Linda, pero
-Pero nada. Me tienes que estar jodiendo. Dime, ¿quién eres?
-Ya no lo sé, estoy en pedazos.
-Tienes que reconstruirte y volver a encontrarte. Y, entonces, me dirás quién eres.
-Sí...
-Solo es otra historia, querido. La vida es un conjunto de historias. ¿Recuerdas cuántos personajes han pasado por tus historias? ¿Cuántas memorias y momentos divertidos? Joder, te lo has pasado de puta madre muchas veces. Pero una vez que ha pasado lo has guardado todo como lo que es, historias.
-Sí, bueno, eso es, solo una historia más. Única en su tipo, pero historia al fin y al cabo.
-Aliméntate de ella como has hecho con las anteriores. Es tu combustible. Úsala en tu beneficio. Y recuerda que pronto habrán nuevas historias que descubrir. Pero, sobre todo, ¡recuerda quién eres, mierda! Sé que esta vez es más difícil... Y sé que no sabemos qué pasará en la historia principal, la que engloba a todas estas, pero...
-Querida Linda.
-¿Sí?
-Tienes razón en todo, pero te estás olvidando de algo muy importante respecto a las historias.

Por primera vez en mucho tiempo, volvió a formarse esa sonrisa traviesa y confiada en sus labios.

-Yo soy el narrador.

Linda adquirió una expresión de asombro, pero devolvió la sonrisa inmediatamente. "Es más fuerte de lo que cree, pero tiene que creer en sí mismo. El suspenso me mata; no por nada esta es mi serie favorita".

6.02.2013

Decadencia

Abrió el refrigerador a las tres y media de la mañana. No se molestó en prender la luz de la cocina ni ninguna otra. Ya se había acostumbrado a las madrugadas, y la luz del electrodoméstico era todo lo que quería.

Sacó una caja de leche y un paquete de galletas. "Sí, voy a comer algo" recordó lo que le había dicho a su amigo. "Sí, claro, si es que esto puede llamarse comida". Bebió la leche de un vaso y comió las galletas. Se limpió la boca con la mano y, junto a las migas y la leche, salió algo de maquillaje. Se había vuelto una experta en usarlo para ocultar las ojeras. Lo necesitaba.

Dejó todo donde estaba y subió al segundo piso tan rápido como sus escasas fuerzas se lo permitieron. Tenía que aprovechar las dos horas y media de sueño que le quedaban. Mañana sería un día bastante cansado. Comenzaría a dar exámenes a las siete de la mañana y terminaría casi a las seis.

"Estoy tan... tan...". Se desplomó poco antes del último escalón. Una hora después, recobró el conocimiento, pero no se levantó. Estaba tan enferma de ella misma. Mantuvo los ojos entreabiertos, sin ganas de levantarse.

No lloró, porque no estaba triste. No gritó, porque no estaba desesperada. Y no renegó, porque no estaba molesta. Estaba acostumbrada.