El sigilo solar convertía la luz en Éter, pero diferente al fluvial. El Éter solar consistía en radiación y solo podía ser almacenado en medios físicos que contasen con un sigilo de contención solar, el cual estaba cosido en todas las túnicas de La Familia; por eso estas brillaban con luz áurea.
Los sigilos de escudo también estaban cosidos en las túnicas y lo que hacían era hacerlas resistentes como el titanio, pero también quitarles algo de flexibilidad y aumentar su peso, aunque esto último era compensado por los sigilos de mejora física.
Lobo se lanzó contra el alarido del subterráneo. Cada golpe de sus puños cubiertos de Éter era como la explosión de una granada. La bestia retrocedió y rugió ante la ráfaga de golpes que iba destruyendo su monstruoso cuerpo. Finalmente quedó una masa humeante con los tentáculos destrozados. Esta abrió su boca de múltiples dentaduras, que había quedado al aire, y dejó salir un último chirrido antes de que Lobo dejara caer una pequeña esfera de Éter dentro de ella. Instantes después, mientras él se retiraba de la escena, una explosión se alzó a su espalda.
En el resto de la ciudad el ejército mágico de La Familia -que, aunque menos numeroso que el de Delaran, estaba mucho mejor armado- combatía a las bestias y defendía a los delarianos junto a los soldados.
Ya que ahora contaba con una fuente mayor de energía, La Mascarada ya no tenía que moderar tanto su uso de Éter... y podía divertirse más.
Félin, acompañada por un escuadrón de La Familia, luchaba contra los monstruos del centro de la ciudad. Usaba su sigilo para amplificar los impulsos eléctricos de su propio cuerpo y lanzarlos como cadenas eléctricas hacia los lobos-araña. Una vez que uno era alcanzado por la descarga, ella aprovechaba los impulsos eléctricos de la bestia, con lo que la cadena saltaba a la criatura más cercana a la primera. De esta forma, la cadena adquiría potencia con cada salto.
Un delirio se mostró, junto a varios alaridos, ante el escuadrón. Los magos intentaron atacar, pero los monstruos eran muy fuertes como para ser afectados lo suficiente por los sigilos cinéticos. Entonces, las bestias contraatacaron; el delirio elevó su inmensa garra en el cielo y dio un zarpazo más rápido de lo que hubieran esperado. Varios magos cayeron heridos mientras que otros lograron esquivar el golpe mortal por centímetros.
Félin dirigió el arco eléctrico, ya bastante sobrecargado, hacia la titánica bestia y mantuvo la descarga. El delirio comenzó a agitarse, probablemente de dolor, y a correr hacia ella, aplastando todo a su paso. La maga intensificó la descarga tanto como pudo, pero la bestia no se detenía.
-Mierda -susurró para sí misma.
El delirio llegó a la posición de Félin con la garra elevada, pero en ese momento un haz de luz lo cegó por unos pocos segundos, en los cuales la maga desapareció de la vista. Había impregnado sus extremidades de electricidad estática y ahora se encontraba trepando rápidamente por el desagradable cuerpo del monstruo hacia su cabeza. Al llegar, la criatura intentó usar sus tentáculos para derribarla, pero la maga se movía como el rayo y se hizo camino hacia el rostro. Rápidamente sobrecargó uno de sus puños y con él golpeó uno de los ojos negros de la bestia. Esta rugió y se sacudió frenéticamente, pero ella mantuvo su posición gracias a la estática. Entonces, generó una esfera electromagnética y la introdujo en el orificio que acababa de hacer.
Félin se deslizó velozmente hacia el suelo y una explosión eléctromagnética iluminó el cielo de la mañana. El delirio cayó pesadamente sobre las calles de Delaran.
Liebre estaba, a diferencia de los demás miembros de La Mascarada, sola. Así lo pidió ella.
Se encontraba parada en medio de una de las zonas residenciales; esperaba. Segundos después llegó una horda de monstruos, encabezada por un delirio. Las criaturas se dispusieron a acometer contra Liebre, pero esta activó su sigilo en el momento justo.
Extendió ambas manos en dirección a las bestias y sus ojos parecieron adquirir brillo. Los monstruos se quedaron paralizados frente a la visión que se presentaba ante ellos. Instantes después, todos comenzaron a correr despavoridos hacia las afueras de la ciudad.
¿Qué pudo haber elaborado la mente de la pequeña Liebre que fue capaz de crear tanto pánico en aquellas criaturas, incluído el colosal delirio?
Fuere lo que fuere, la maga se dirigió al próximo grupo de monstruos a repetir su acto.
Cisne, por su parte, congelaba el vapor de agua del aire y le daba forma de agujas de hielo que lanzaba contra las criaturas. Estas caían muertas al ser traspasadas por los proyectiles helados.
Deshacerse del delirio que la comenzó a atacar a ella y a su grupo fue más difícil, debido a que no podía hacer nada que destruyera la ciudad, como un tornado.
La bestia atacó lanzando ácido de los orificios de su cuerpo, pero Cisne congeló el fluido en el aire. Las agujas de hielo solo conseguían enfurecer al monstruo y hacerlo más agresivo; varias veces estuvo a punto de aplastar a la maga con sus tentáculos. Ella aprovechó el último de esos golpes y saltó sobre uno de los apéndices para llegar a la cabeza. Una vez ahí, creó tantos proyectiles gélidos como pudo a su alrededor y, antes de que la bestia la tumbara con un zarpazo, los dirigió todos contra los ojos. El delirio rugió de dolor, pero seguía vivo y botó a Cisne de su cabeza.
La caída libre fue detenida por Fradd, un miembro de La Familia, y su sigilo cinético.
La criatura ahora se tambaleaba furiosamente, destruyendo todo cuanto estuviera a su alcance.
-Si logramos que las agujas se entierren más en su cabeza, lo más seguro es que perezca -sugirió Fradd.
-Vamos a necesitar usar nuestros sigilos juntos. ¿Puedes elevarme a esa altura?
El mago asintió e hizo lo que se le pidió. Una vez en el aire, Cisne se concentró en su sigilo cinético para empujar las agujas hasta lo más profundo de la cabeza del monstruo. Este volvió a rugir espantosamente, pero esta vez cayó muerto.
-Ya puedes bajarme -le gritó al Fradd.
Ciervo también hacía lo suyo en otra parte de la ciudad.
Con su sigilo podía abrir heridas a cierta distancia. Las hacía profundas y a lo largo de los cuerpos de los monstruos; era como tener un bisturí gigante, invisible y flotante. Con este método se deshacía rápidamente de los invasores y ya tenía planeado qué hacer con el delirio que venía en su dirección.
Contrario a lo que aparentaba, Ciervo era una chica capaz de pensar con la cabeza fría y actuar rápidamente.
Comenzó abriendo heridas en las piernas de la gigantesca criatura; esto la enfureció e hizo que atacara con todas las partes de su cuerpo. La maga esquivó los ataques y esperó a que usara la cola, la cual unió a una de las piernas. Esto hizo que la bestia se confundiera y perdiera el equilibrio, con lo que cayó estruendosamente al piso. Ciervo intuía que su punto débil era la cabeza, la cual ahora tenía a su alcance. Rápidamente se acercó a ella y cortó los tentáculos con los que intentó atacarla el monstruo. Entonces partió la cabeza en dos sin siquiera tocarla y un olor cenagoso salió del interior de esta.
Ciervo se alejó velozmente, pues no soportaba el olor.
Luego de cerca de dos horas de luchar, Delaran había sido purgada casi por completo. Los miembros de La Mascarada se reunieron mientras el resto de La Familia se encargaba de los pocos lobos-araña que quedaban escondidos.
-Debo felicitarlos -dijo Panda-, hemos hecho un buen trabajo.
-Hemos tenido bajas y han habido víctimas -replicó el Padrino-, no veo motivo de felicitación.
-Nos hemos esforzado y hemos salvado tanta gente como pudimos -dijo Mariposa-. Pudieron haber habido más muertes.
-De cualquier forma -intervino Lobo-, Delaran está segura ahora, pero hay mucho daño que reparar.
El Padrino se alejó del grupo y elevó la vista al cielo. Liebre se le acercó.
-No contábamos con esto.
-Lo sé, no me siento culpable, pero tampoco con ganas de celebrar. Esto ha sido una tragedia.
-Tienes razón, por eso debemos hacerle caso a Lobo. Hay mucho por hacer.
-¡Miren quién viene! -les llamó la atención Búho.
El gobernador en persona se acercaba a ellos con una escolta.
-Yo me ocupo de esto -les dijo el Padrino-. Señor gobernador... -se dirigió a él una vez estuvo cerca, pero fue interrumpido.
-Padrino, en nombre de todo Delaran... he venido a darle las gracias.