
Su abrigo café que le llegaba hasta las rodillas la protegía del penetrante frío que hacía, de la helada niebla de afuera. Claro que, al entrar al café, se lo había quitado y ahora sólo tenía encima la cafarena rosa. Mientras Nadia le daba un sorbo cuidadoso a su capuccino, él la miraba medio sonriendo, como si la orden de sonreir no hubiera llegado completa del cerebro a los labios por estar los ojos más concentrados en los de ella. Salió del trance de mirarla y le dio un sorbo a su café; ella puso el suyo en la mesa y miró por el ventanal que tenían al lado.
-Me gusta la nieve.
-¿Y la niebla?
-También -dijo volviéndose a él con una sonrisa-. ¿Qué te pasa? -preguntó extrañada al no ver la sonrisa devuelta.
Él permaneció con el rostro inmutable un segudo más y dijo:
-Perdón, pero recuerda esto: si alguna vez no te devuelvo la sonrisa, es porque me he quedado perdido en la tuya.
1 comentario:
muy agradable de al leer.^^
muy agradable sonreir.
^^
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