5.18.2015

Ben

El amargo helado inundó mi boca. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que comencé a revisar los exámenes? Aparentemente, el suficiente para enfriar mi café al punto de hacerlo impasable.

Retiré la taza de mi boca con un gesto de disgusto y un movimiento rápido. Gotas oscuras rebalsaron por el borde del recipiente y se deslizaron hasta su base, dejando aquella conocida huella húmeda y circular sobre el examen que esperaba su turno para ser calificado.

Solté media risa burlona al ver el nombre bajo la mancha café: Shu Yung. Pensé que era apropiado tener el examen de mi peor alumno ennegrecido y amargo, como la idea que tenía de él. Y pensé también que todo este incidente con el café era tan preciso que había sido un designio de Dios.

Dios. Sí, claro.

Dios no habría permitido que mi madre muriese sin siquiera haberme concedido un recuerdo de ella. Dios no habría dejado que crezca prácticamente abandonado por un padre que amaba más a su trabajo que a su propio hijo.

Dios no habría permitido que se llevasen a mi hija.



La huella del café comenzaba a empapar los nombres en las demás hojas.

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