5.20.2013

Los Cuentos Del Bardo: Prólogo

La mula iba lenta pero segura por el camino; sobre ella, el bardo tocaba una alegre canción en su laúd mientras tarareaba una melodía con su voz dulce. Tal vez por ensimismarse demasiado e ir con los ojos cerrados no se dio cuenta de que el crepúsculo ya caía sobre él y que pronto necesitaría un lugar en el que descansar.

Afortunadamente, solo unos minutos luego de haberse cernido la oscuridad completamente en el cielo, llegó a las afueras de su pueblo destino: Carel.

-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Está aquí!

Los tres pequeños habían estado atentos a la ventana desde hace una hora, esperando este momento.

-¡Vamos! ¡Llámalo antes de que se pase de largo!
-Ya salgo, niños, ya salgo.

La mujer salió apresurada de la cabaña, aún con el delantal puesto, y se acercó al camino para interceptar al bardo.

-Saludos, buen hombre. Tengo entendido que usted es un bardo, hemos oído de vuestra llegada desde hace dos semanas y os esperábamos con ansias. Verá, desde que le conté a mis niños sobre usted y vuestras épicas historias, no han dejado de pedirme que os invite a nuestro hogar. Entiendo que es usted un hombre con compromisos, pero, si os parece bien, os puedo ofrecer un plato de comida caliente y una cama donde pasar la noche si es que comparte algunas de vuestras historias con mis pequeños.

El bardo sonríe ampliamente y con su voz amable responde.

-El saber que vuestros pequeños están tan ansiosos por escuchar mis historias me halaga mucho. Con gusto aceptaré vuestra oferta, siempre y cuando no os olvidéis de mi mula.

-¡Por supuesto que no! Ella también tendrá comida y dónde dormir.

El bardo dejó a la mula amarrada afuera frente a un gran contenedor de alfalfa y siguió a la madre adentro de la cabaña. Al verlo, los dos niños y la niña corrieron hacia él con emoción.

-¡El bardo!
-¡Es él, es él!
-¡Oiremos sus historias!

La madre sonrió mientras ponía en orden el equipaje del viajero.

-Estaré preparando la cena, os avisaré cuando esté lista.

El bardo asintió con una sonrisa y se sentó en la silla frente a la fogata.

-Vuestra madre me ha contado que deseáis oír mis historias...
-¡Sí! -respondieron al unísono.
-Muy bien, muy bien. La verdad es que me hace bastante feliz tener una audiencia tan joven -se inclinó hacia un lado de la silla para coger su laúd-, estas historias os enseñarán lecciones que espero os sirvan durante el resto de vuestras vidas. Es por eso que, mientras más jóvenes, más provecho podéis sacar de ellas.

Arrastró sus dedos por las cuerdas del instrumento un par de veces y luego hizo un punteo suave.

-Esta historia sucedió hace muchos años y se llama "La Promesa Del Mago".

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