1.13.2010

Paciencia

Yo estaba esperando.

No sé desde hace cuanto, ni a quién o qué; solo sabía que era importante, aunque no sabía exactamente cómo.

Aquel lugar había sido sacado de mis sueños definitivamente. Reconocí el pedazo de mansión en la cual se encontraba la estrella dorada, las ruinas de una construcción desde las cuales había tenido aquel encuentro del tercer tipo, esa montaña que parecía estar hecha de personas, el viejo y oxidado bus que estaba a un lado de la carretera, el cielo que era como el de la noche en la que los cuervos se convirtieron en una pareja de ancianos y la niebla que era como la que rodeaba aquel pequeño pueblito de la sierra que fue azotado por la muerte roja. En medio de todo estaba la carretera, cuyo fin y comienzo no podía ver. Solo me quedaba seguir esperando.

Traté de recordar cómo había llegado ahí. El día anterior me había levantado y hablado con mi mamá, mi papá, mi hermana, mi perrita, mi tía, mis primitos, Mariela, el dentista, César, Romina, Sebastián, Arenas, Poli, Made, Claudia, Chyntia, Koki, Jose, Bruno, Renzo, Alessia, Deneb, una hormiguita, un maldito zancudo, el agua, mi celular, un metamorfo, un vampiro matusalén, Quentin Tarantino y Shyamalan. O tal vez no con todos ellos..., tal vez solo con algunos, tal vez con solo uno, tal vez con ninguno. ¿Había hablado con alguien alguna vez en mi vida?

De todas maneras, lo último que recordé fue que me fui a dormir, ni siquiera recordaba haberme despertado... Entonces, ¡había una gran posibilidad de que aquello fuera un sueño! Qué tonto, cómo no lo había visto antes, todo había sido sacado de sueños anteriores, así que este debía ser un sueño también. Decidí que era hora de despertar, pero algo me detuvo: aún sabía que estaba esperando algo importante. Y, ¿qué si me despertaba y ya no podía seguir esperando? No podía arriesgarme.

Me senté con las piernas cruzadas sobre la tierra rojiza al lado del camino, apoyé mi cabeza sobre las manos y respiré hondo. "No debe faltar mucho" pensé con ansias.

Sin saber cómo se había acercado hasta donde yo estaba, por ahí pasó un anciano inquisidor. Estaba a punto de pasarse de largo.

-¡Espere! -grité- ¿Es usted a quien estoy esperando?

Se volteó y vi un rostro muy amable.

-No lo sé... -respondió con confusión o, tal vez, fingiéndola.

Comenzó a acercarse lentamente hacia mí, como si no me hubiera visto antes. Al dar el primer paso, una cicatriz horrible apareció en su cara, desde la frente hasta debajo del ojo izquierdo. Sentí un asco increíble. Dio el segundo paso y otra más corrompió el rostro del anciano.

-Puede ser... -ahora me di cuenta que había fingido la confusión.
-Olvídelo -le dije al mismo tiempo que me paraba-, no es usted.
-¿Entonces a quién? -dijo con malicia mientras se seguía acercando.
-¡No le importa! -le grité asustado.

En cuanto le grité y solo en aquel instante, pude ver que su rostro entero se deformaba y se convertía en una masa de carne podrida, despojada de toda humanidad. Quería despertarme con todas mis fuerzas, pero había olvidado cómo. Parpadeé fuerte, me pellizqué, me abofeteé, pero no dio resultado. El inquisidor llegó a mí, me agarró de los hombros, acercó su cara, ahora definitivamente deformada, a la mía y me dijo:

-Es hora. Si llegas muy tarde, no vas a tener tiempo de hablar con ella.
-¿Qué? -dije con la respiración agitada.
-Se hace tarde, ¡despierta!
-Pero, ¿qué estaba esperando?
-¡No hay tiempo!
-No puedo, estoy esperando algo.
-Estabas esperando darte cuenta que es un sueño para poder despertarte a tiempo, llegar temprano y hablar con ella, ¡pero si no te despiertas ahora, no lo vas a lograr!

Ese día llegué tarde. Unos 20 minutos.

No hay comentarios: