3.06.2011

Asesino

El asesino fue recibido por la ama de llaves. Esta lo hizo pasar a la sala en donde se encontraba su cliente contándoles un cuento a sus hijos.
-Señor, lo buscan.
-Bien. Niños, es hora de que vayan a cenar, yo los alcanzo en un rato.
Los niños se retiraron. El asesino les sonrió cuando pasaron a su costado; ellos le devolvieron la sonrisa con ternura.
-Puedes retirarte, Clara. Toma asiento -le dijo al asesino y este hizo así.
Ahora se encontraban los dos solos en aquel cálido hogar, en una mesa de madera, vidrio y metal.
-¿Qué tal salió todo?
-Bueno, hice algunos de los cortes más lamentables de mi carrera, porque el estúpido cuchillo había perdido filo, pero...
-¿Está muerto?
El asesino sonrió perturbadoramente antes de responder.
-Lo está.
-Perfecto, aquí está tu paga -le entregó un pequeño maletín.
El asesino abrió el maletín, comprobó que estuviera todo el dinero y lo volvió a cerrar.
-Tienes mi tarjeta, ¿verdad?
-Así es, te llamaré si necesito de tus servicios otra vez... Claro, también te recomendaré, confío en que tu trabajo ha sido impecable.
-Me halagas, pero sí, lo ha sido. Ha sido un placer hacer negocios, caballero -se despidió con otra de esas sonrisas que no te dejan dormir por un par de noches.
El asesino subió a su auto, puso el maletín a un costado y miró sus manos manchadas de sangre, pero solo pudo ver su propia sangre.
-¿Qué he hecho...?

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