3.16.2011

This is where you realize nothing is gonna be alright.

Mandy y David se encontraban sentados en el lugar habitual del restaurante al que frecuentaban ir: segundo piso, al lado de la pared de vidrio que daba a la calle.

Las luces de Delaran se apreciaban bien desde ahí y hacían un buen espectáculo, pero la pareja las había visto tantas veces que ya no les prestaban atención.

-¿Te gustó?
-Claro que me gustó, David. Hemos venido aquí durante los pasados cuatro meses; es por algo- respondió algo dura.
-Claro...
-Escucha -suavizó la voz-, como te digo, me gusta este lugar, me gusta la comida, me gusta venir aquí contigo, pero... probar algo nuevo no nos vendría mal; Delaran es inmenso, deben haber varios lugares tan buenos como este.
-Tienes razón -se animó-, el próximo fin de semana iremos a explorar la ciudad, a ver qué encontramos.
-Mientras se vea decente...
-Todo en Delaran es decente, mi vida -dijo orgulloso de su ciudad. Ella sonrió en aprobación.

David pagó la cuenta y se encaminaron a la reunión de aquella noche.

-¿Amor? -dijo David mientras conducía.
-¿Sí?
-Gracias por tu paciencia; no sé cómo me soportas.

Ella rió antes de responder.

-Es que vales la pena... de verdad vales la pena.

Una vez llegaron, Mark, animado como siempre, les abrió la puerta del departamento.

-¡Hey! Felices... ¿cuántos cumplen?
-Cuatro, cuatro meses.
-¡Felices cuatro meses! Pasen, pasen, ya llegó la mayoría.

Saludaron a todos sus amigos y se sentaron en un sofá. David abrazó a Mandy y ella se acomodó en su pecho. Luego de un rato de haber estado tomando, conversando, jugando y riendo, Mandy tuvo una importante revelación:

-David... debimos haber traído algo.
-Tienes razón. Vamos antes de que se haga más tarde. Mark -dijo alzando la voz para que este lo escuchara-, vamos a la tienda, ya venimos.
-Ya, pero no se escapen a un hotel.
-Prometido.
-¿Seguro? -le dijo Mandy a David en voz baja y en broma.
-Sí... de todas maneras Mark nos puede prestar su cuarto.
-Te presto eeesta -los sorprendió Mark.
-Jaja, ya venimos.

La tienda estaba nada más cruzando la calle, pero Mark vivía en el décimo quinto piso, así que el ascensor se tomaba su tiempo, no porque no pudiera ir más rápido, sino porque hacerlo sería perjudicial para la salud de los chicos... y para el conserje que tendría que limpiar la cena del piso del ascensor.

La compra fue rápida y en menos de cinco minutos estuvieron otra vez frente a la puerta del ascensor, agarrados de la mano. Sin embargo, cuando David se disponía a presionar el botón para que se abrieran las puertas, la tierra comenzó a temblar.

Pronto, todas y cada una de las luces de Delaran se apagaron y el único sonido era el rugir de la tierra acomodándose, tal vez, a un nuevo orden. David y Mandy salieron a la calle y se quedaron ahí, abrazados.

Una vez todo hubo terminado, la pareja se encontró sumida en una oscuridad infinita, pues ni la luz de la luna ni mucho menos la de las estrellas podían atravesar la capa de nubes que se cernía sobre la ciudad. El silencio se rompió con los gritos y el llanto de los ciudadanos confundidos, pues lo que acababa de pasar era imposible en sus mentes; la ciudad siempre contaba con energía de emergencia almacenada en los paneles solares de las afueras de la ciudad.

David intentó ver su reloj de manecillas, pero le fue imposible. Aunque, si lo hubiera logrado, habría visto que la hora era doce y cuarto; y la fecha, el veintinueve de abril, la fecha en la que Delaran tuvo su noche más oscura. Y solo estaba comenzando.

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